Hace más de 3.500 millones de años aparecieron en la Tierra los primeros organismos que obtuvieron energía a través de la materia inorgánica y la luz solar. Se trataba de las cianobacterias. Actualmente, siguen existiendo cianobacterias que realizan una función similar. El 20% del total del CO2 es fijado por estar cianobacterias, siendo capaces de transformar la materia inorgánica a orgánica. Las bacterias con muy pocos genes son capaces de tener un papel clave en la generación de materia orgánica.
Cada bacteria tiene una capacidad de hacer algo y, además, tienen una elevada capacidad adaptativa. En los organismos eucarióticos y procarióticos, no tenemos ciertas capacidades que sí que tienen las comunidades microbianas.
Más beneficiosos que dañinos
Muchas veces relacionamos a las bacterias con los patógenos, pero los organismos eucarióticos y procarióticos viven en simbiosis con las bacterias. Las bacterias están en asociación con el ser humano desde nuestra existencia. Algunas son capaces de producir enfermedades, pero no son la mayoría. Las bacterias van perdiendo su capacidad genética porque se van adaptando y eliminan aquello que no necesitan.
Las bacterias patógenas tienen un número pequeño de genes. Estos patógenos suelen desaparecer ya que no saben resistir en el ambiente. Generalmente, las bacterias nos producen más beneficios que daños.
En los años sesenta se pensaba que era mejor vivir en un ambiente sin bacterias. Pero se vio que los animales que nacían y crecían en este ambiente, eran más pequeños y necesitaban comer más. Y además tenían un sistema inmunitario más atrofiado. Por tanto, se vio que necesitamos las bacterias tanto en nuestro crecimiento y para mantener un buen sistema inmunitario.
Las bacterias tienen un sistema que produce vitaminas, que nosotros carecemos. En el colon hay una producción constante de proteínas, lo que cambia es la presencia y degradación de la fibra. “El sistema inmune se instruye en la mucosa de la pared intestinal, también mediante infecciones. Aunque no hace falta infecciones para desarrollar el sistema inmune. Este necesita recoger información de la pared intestinal para instruirse”, comenta el Dr. Guarner.
Un patógeno recogido y reconocido en el intestino, provoca una citoquina, una inflamación, y forma al sistema inmunitario contra dicho patógeno. Mediante experimentos en ratones se ha visto que la presencia o no de bacterias en el intestino hace que el proceso de aprendizaje en el cerebro sea diferente. Las bacterias tienen mucha movilidad de genes. Entre dos colonias de E-coli puede haber sólo un 40% de coincidencia genética. Se ha secuenciado los genomas de unas dos mil especies de bacterias. “Existen 55 familias de bacterias, de las que seis viven en el ser humano”, comenta el investigador.
“En personas diferentes se ve que en el intestino y en la boca las bacterias se parecen mucho, ya que son muy especializadas. Mientras que las bacterias de la piel o del pelo, por ejemplo, difieren bastante, incluso para las zonas de un mismo individuo”, dice el Dr. Guarner.
“Se ha visto que la microbiota en el intestino en occidente es deficitario, por lo que se están realizando trasplantes. En España no es muy común, pero si en Estados Unidos”, concluyó el ponente.