¿Por qué dos gemelos idénticos no tienen las mismas enfermedades en el mismo momento? ¿Por qué dos gatos que comparten el mismo ADN tienen manchas diferentes? ¿Por qué los adolescentes tienen cambios repentinos de humor? La respuesta la tenemos que buscar en la epigenética, la disciplina que trata sobre los mecanismos de regulación genética que no implican cambios en la secuencia de ADN.
El director del Programa de Epigenética y Biología del Cáncer y director de Proyectos Estratégicos del IDIBELL, Manel Esteller, habló sobre epigenética el día 21 de noviembre en el Palau de la Virreina de Barcelona, dentro del ciclo de Tertulias de Ciencia que organiza el Ayuntamiento de Barcelona, que ha contado con la colaboración del IDIBELL y del CRG.
El periodista científico Xavier Pujol Gebellí fue el encargado de dar la palabra al doctor Esteller. El experto en epigenética comenzó hablando de los precursores: Darwin y su selección natural, Mendel y la genética, Lamarck y los cuellos de las jirafas. También de un personaje oscuro, un tal doctor Lisenko, de la URSS estalinista, que llegó a asegurar que los ratones a los que les cortaba la cola, después de varias generaciones, acababan teniendo descendencia sin rabo. Esto, por supuesto, era falso. Los caracteres adquiridos sólo pasan a la siguiente generación si afectan células germinales, como dijo Conrad Waddington, considerado el padre de la epigenética moderna.
La clonación de la oveja Dolly, anunciada en 1997, puso de manifiesto que somos más que nuestros genes. Dolly era obesa y padecía artritis y diabetes, a diferencia de su madre genéticamente idéntica. La explicación se encontraba en la epigenética. «Hay cosas que van más allá del ADN», explicó Esteller. «Estas cosas son las marcas químicas que ponen en marcha y apagan los genes, y sabemos que Dolly tenía problemas para encender y apagar genes de su genoma, tenía unas marcas químicas, epigenéticas, diferentes a las de su madre.»
El investigador del IDIBELL comparó la genética con un texto sin signos de puntuación, ni acentos, ni mayúsculas, sólo una serie de letras, una al lado del otro. La epigenética es lo que le daría sentido al texto. Existen varias marcas epigenéticas, la más conocida de las cuales es la metilación, que consiste en la incorporación del grupo químico metilo en un sector del ADN que desactiva determinados genes. El epigenoma, es decir, el conjunto de marcas epigenéticas, cambia mucho durante la vida, lo que no ocurre con el genoma.
Esteller puso varios ejemplos que se explican por efecto de cambios epigenéticos: la propensión a la obesidad de las personas que sufrieron hambre durante la segunda guerra mundial, el color del pelo de ratones alimentados con una dieta rica en folatos o las diferencias biológicas que aparecen entre gemelos idénticos. «Si sólo fuera importante el ADN, los gemelos idénticos deberían desarrollar un cáncer o un lupus en el mismo momento, lo que no es el caso», explicó el investigador. Esteller confesó que se habían puesto en contacto con él de agencias policiales para que colaborara en la resolución de delitos en los que habían participado personas que tenían un hermano gemelo, pero «no participamos, porque ya tenemos bastante trabajo».
La epigenética está detrás de muchas enfermedades. El investigador puso como ejemplo paradigmático el cáncer, que tiene un origen genético y epigenético. Esteller lo definió como «una de las enfermedades más feas, porque es como una evolución acelerada; adapta su epigenética y sus genes para adaptarse a las agresiones del sistema inmunitario o de los fármacos». El experto habló sobre fármacos y sistemas de diagnóstico basados en la epigenética que ya se están usando en el tratamiento contra el cáncer. Pero, además del cáncer, hay otras enfermedades en las que se producen alteraciones epigenéticas como diversos síndromes genéticos, enfermedades psiquiátricas, enfermedades neurodegenerativas como la de Alzheimer o enfermedades cardiovasculares.
El epigenoma va cambiando a medida que nos vamos haciendo mayores. Esteller hizo referencia a un estudio reciente coordinado desde su grupo que, a partir de la comparación del epigenoma de bebés y de centenarios, muestra cómo se va degradando durante la vida, haciéndonos más susceptibles de padecer enfermedades. El doctor Esteller alertó que estas alteraciones aumentan con el consumo de tabaco o alcohol, o con una dieta poco saludable. «La buena noticia es que se están probando drogas que son capaces de revertir alteraciones epigenéticas asociadas a la edad», concluyó el investigador.