La alteración del ritmo circadiano está relacionada con la aparición de diversas enfermedades, entre las cuales algunos cánceres como el de mama y próstata. Manolis Kogevinas, investigador del Centro de Investigación en Epidemiología Ambiental (CREAL), alertó sobre los riesgos para la salud que supone alterar el ritmo biológico, durante un seminario IDIBELL celebrado en el salón de actos Pau Viladiu del Hospital Duran y Reynals (ICO) el 21 de diciembre.
El investigador del CREAL se refirió a estudios realizados en animales que aportan evidencias claras de la relación entre la alteración del ritmo circadiano y el cáncer, una conclusión que también se observa en estudios epidemiológicos realizados en humanos, aunque en este caso no son tan concluyentes.
Sea como sea, el investigador del CREAL advirtió que, además de la alteración del ritmo circadiano y las horas de sueño, se deben tener en cuenta muchas variables, como la obesidad, la alimentación o el ejercicio físico.
El ritmo circadiano se refiere a las oscilaciones de las variables biológicas en intervalos regulares de tiempo. Kogevinas explicó que las primeras referencias a los ritmos circadianos de los seres vivos se remontan al siglo dieciocho, a partir de la observación de la mimosa, que cierra las hojas de noche y las abre durante el día. A partir de entonces, cada vez ha habido más evidencias de la existencia de un «reloj interno» que está relacionado con diversas funciones orgánicas. La clave se encuentra en el núcleo supraquiasmático, un grupo de neuronas situado en el hipotálamo, que es sensible a las variaciones de la luz. Manolis Kogevinas destacó que el estímulo luminoso provoca cambios metabólicos y hormonales esenciales, y advirtió que ahora «tenemos demasiada luz durante la noche», lo que puede provocar efectos negativos en muchas personas.
El investigador explicó que la asincronía circadiana se encuentra detrás de la obesidad, las enfermedades cardiovasculares y del cáncer, y destacó que durante los últimos años el número de estudios sobre el efecto de la luz en las personas ha aumentado de manera exponencial. Kogevinas se refirió a un estudio coordinado por su grupo de investigación que concluye que las mujeres que trabajan de noche tienen hasta un 50% más de probabilidades de desarrollar un cáncer de mama que las que trabajan de día. La explicación se encuentra en la producción de melatonina, una hormona producida por la glándula pineal que participa en muchos procesos fisiológicos que se segrega durante la noche, en ausencia de luz. Las personas que trabajan de noche producen menos melatonina, lo que aumenta la producción de estrógenos, debilita el sistema inmunitario e incrementa el riesgo de proliferación tumoral.
Kogevinas también se refirió a otro estudio coordinado por su grupo, en este caso con resultados preliminares, que relaciona el hecho de trabajar de noche con el riesgo de padecer cáncer de próstata. Los investigadores también están encontrando relaciones claras entre la alteración del ritmo circadiano y el riesgo de enfermar.
En cuanto a la diferencia entre los horarios de trabajo rotatorios, en la que se alternan turnos diurnos con turnos nocturnos, y los horarios permanentemente nocturnos, los resultados de Kogevinas no son claros. Mientras que en el estudio de cáncer de mama aparecía un mayor riesgo de enfermar entre personas con horario nocturno permanente, en el caso de cáncer de próstata, parece que hay una mayor prevalencia entre personas con turnos rotatorios.
Pero, ¿qué deben hacer las personas que trabajan de noche para reducir el riesgo de padecer enfermedades? Kogevinas hizo suyas las recomendaciones del ministerio de sanidad británico que aconseja, siempre que se pueda, trabajar en entornos con poca luz, utilizar gafas oscuras para volver a casa, ir a dormir enseguida y descansar las horas necesarias.