Los trastornos de la conducta alimentaria son problemas complejos en los que intervienen factores genéticos, ambientales y familiares. La directora del Servicio de Trastornos de la Alimentación del South London & Maudsley NHS Foundation Trust y profesora de Psiquiatría en la Guy’s, Kings & St Thomas ‘School of Medicine de Londres, Janet Treasure, pronunció una conferencia sobre estas enfermedades que cada vez afectan a más personas, en la sala pequeña del Hospital Universitario de Bellvitge el día 30 de noviembre. La charla formaba parte del ciclo de seminarios IDIBELL.
Los trastornos de la alimentación engloban diversas afecciones que tienen en común la alteración de la forma de comer. Durante el seminario, Treasure destacó que en los últimos años se ha producido un cambio en la epidemiología de estas enfermedades. «Cuando yo estudiaba, sólo había un trastorno de la alimentación: la anorexia nerviosa», explicó la especialista. Esta enfermedad se describió durante la década de 1860, aunque, según advirtió la doctora Treasure, existen referencias en textos de la Edad Media, en que comportamientos de tipo ascético o religioso enmascaraban casos de anorexia.
Durante los años setenta del siglo pasado se describió por primera vez la bulimia nerviosa, que consiste en una sobreingestión compulsiva de comida con una actitud compensatoria posterior. Más recientemente, se ha descrito el trastorno por atracón, que supone una pérdida de control en la comida sin compensación.
Janet Treasure alertó del aumento de los trastornos de la alimentación durante los últimos años, especialmente de la bulimia y, sobre todo, del trastorno por atracón. A diferencia de la anorexia y la bulimia, que afectan mayoritariamente a mujeres jóvenes, el trastorno por atracón está más repartido entre la población.
¿Qué ha cambiado en este tiempo? La especialista inglesa destaca el aumento del culto a la imagen y del consumo de bebidas azucaradas. Treasure citó la escritora Naomi Wolf, quien afirma que durante el siglo veinte el foco de la neurosis ha pasado del sexo a la comida. Janet Treasure también destacó la influencia del entorno, especialmente de los padres y de la familia en la aparición de trastornos de la alimentación. Así, las burlas de los padres o los hermanos, especialmente a niñas, parecen estar relacionadas con la aparición de estas enfermedades, sobre todo de la bulimia.
A continuación, Treasure habló sobre estudios realizados con modelos animales, sobre todo de trastorno por atracón, en el que relacionaban haber pasado por un período de restricción nutricional, la disponibilidad de alimentos muy sabrosos de manera intermitente (parece que esto tiene bastante importancia), el estrés o los períodos de cría con la aparición de estas enfermedades. La investigadora británica también destacó que muchos de los modelos animales de trastorno por atracón acababan desarrollando adicciones. En este sentido, Treasure señala que los animales estudiados acaban sufriendo cambios en los receptores de opioides y de dopamina característicos del «cerebro adicto». Estas modificaciones también se observan en los cerebros de los pacientes que alternan periodos de ayuno y de hartazgo.
Durante su conferencia, la doctora Treasure explicó que se han identificado varios factores genéticos relacionados con los trastornos de la alimentación, lo que se puede observar en la gran cantidad de gemelos monocigóticos que desarrollan el trastorno de manera conjunta. Treasure afirma que la mitad de los casos podría tener un componente genético. Sin embargo, la investigadora afirma que «los genes son importantes, pero también lo es la influencia del medio».
Entre los factores de riesgo ambientales, la especialista citó el estrés durante el embarazo o las complicaciones obstétricas. Relacionados especialmente con la bulimia y el trastorno por atracón, Treasure citó como factores de riesgo el hecho de picar entre horas y la autoimposición de reglas y de control excesivo sobre la comida. En cambio, como factores protectores, destacó desayunar bien, de manera regular, y seguir una dieta sana.
A continuación, Janet Treasure habló sobre los rasgos de personalidad de los pacientes, a partir de los resultados de varios experimentos. Las personas afectadas por anorexia tienden a ser analíticas, perfeccionistas y detallistas, y tienen dificultad para adaptarse al cambio. La experta también habló sobre alteraciones de tipo emocional y social en las personas con trastornos de la alimentación, que tienden a ser «muy autocríticas, tienden a ver la parte más negativa [de las cosas] y son muy sensibles a las amenazas». El especialista aventuró que probablemente la oxitocina podría ser útil como tratamiento para recuperar funciones sociales y disminuir la sensibilidad a las amenazas.
El cerebro de los pacientes no procesa las expresiones faciales de la misma manera que lo hacen las personas sanas. En este sentido, Treasure citó un experimento en el que se comparaba la reacción de pacientes con anorexia y personas sanas frente a varias imágenes sobre un fondo coloreado. Algunas de estas imágenes eran caras de personas con diversas expresiones y otros eran objetos. Los investigadores pedían a los participantes que dijeran el nombre del color de cada imagen que observaban y controlaban el tiempo de respuesta. Las personas enfermas tardaban más en decir el color cuando la imagen que observaban era una cara, particularmente si parecía enfadada o mostraba expresión de rechazo. En cambio, tardaban menos en citar el color ante caras con expresión neutra o sonriente. Los afectados por trastornos de la alimentación parecen más sensibles a las emociones no verbales, «ignoran las cosas positivas y hacen las negativas mucho más grandes e importantes», explicó la especialista. La investigadora citó otras investigaciones que confirman estos resultados.
En general, las personas afectadas por trastornos de la alimentación esconden sus expresiones emocionales porque «se protegen poniéndose una máscara agradable y teniendo un comportamiento agradable», afirma Treasure. También son muy sensibles a las amenazas, a las emociones negativas y las diferencias sociales y de poder.
La investigadora británica también habló sobre los efectos físicos que provoca la falta de nutrientes en pacientes de anorexia. «El cerebro es un órgano muy voraz que necesita 500 kilocalorías diarias, y hay pacientes que no llegan a ingerir esta cantidad», alertó la doctora. Esta restricción calórica termina afectando la estructura del cerebro, especialmente las áreas relacionadas con la función social.
«El trastorno de la alimentación acaba convirtiéndose en el único amigo del paciente», explicó a continuación Treasure. Esta situación acaba teniendo un gran impacto en las familias, que a menudo acaban teniendo comportamientos perjudiciales para los pacientes. Treasure citó tres modelos de comportamiento familiar, a partir del símil con diferentes animales. La actitud elusiva del avestruz, la agresividad del rinoceronte o la superprotección del canguro son actitudes perjudiciales, que terminan alimentando el monstruo interior, con el que la investigadora comparó la enfermedad.
Treasure terminó la conferencia diciendo que la clave para poder tratar satisfactoriamente la enfermedad se encuentra en el apoyo de los demás —amigos, familia y profesionales sanitarios. La doctora dio mucha importancia a empezar el tratamiento cuando se detectan los primeros síntomas. Los trastornos de la alimentación «se pueden curar totalmente, especialmente si se tratan durante los tres primeros años», explicó. Desgraciadamente, la mitad de los pacientes terminan llegando a la consulta cuando hace más de cinco años que se inició la enfermedad, lo que hace muy difícil la recuperación. En total explicó Treasure, a pesar de los avances realizados durante los últimos años, una tercera parte de los pacientes no se recupera nunca.