«La música es un elemento parte universal de nuestra vida que produce fuertes emociones, mejora la memoria y promueve la cohesión social». Pero la música también cura. Así lo demostró Eckart Altenmüller durante una conferencia en el Cosmocaixa el 21 de febrero, dentro del ciclo «La música y su impacto en el cuerpo y la mente», organizado por la Obra Social La Caixa y el IDIBELL.
Altenmüller es neurólogo y músico, director del Instituto de Fisiología Musical y Medicina de los Músicos de la Universidad de Música, Drama y Medios de Hannover. En colaboración con el investigador del IDIBELL y la UB Antoni Rodríguez-Fornells —que también es coordinador del ciclo de conferencias— investiga el efecto terapéutico de la práctica musical en pacientes que han sufrido un ictus.
El neurólogo alemán destacó que la práctica musical tiene efectos positivos en el desarrollo de las personas, especialmente durante la infancia. Aprender a tocar un instrumento ayuda a controlar las emociones, a desarrollar habilidades lingüísticas y matemáticas y, de manera indirecta, a aumentar la concentración, la resistencia, la autoconfianza y mejorar las relaciones con otros individuos. Incluso, tocar un instrumento puede llegar a hacer algo más inteligentes a las personas.
Pero la práctica musical tiene más efectos. La audición y el movimiento están relacionados en nuestro cerebro, y esta relación es aún mayor cuando se practica un instrumento. Hace años que se sabe que el cerebro tiene una gran plasticidad, que es capaz de cambiar a partir de las experiencias que vive el individuo. Y tocar música parece cambiar el cerebro, tanto a corto como a largo plazo, como demuestran las pruebas realizadas con técnicas de neuroimagen. «Practicar el piano durante unos minutos crea conexiones entre las áreas auditiva y motora del cerebro», explicó Altenmüller.
El neurólogo citó un experimento realizado con resonancia magnética funcional en personas que no tocaban ningún instrumento musical en el que, tras sólo treinta minutos de práctica con el piano, ya se observaban cambios en el área motora del cerebro. Después de quince meses de practicar veinte minutos al día, el grupo de Altenmüller observó cambios en las áreas del cerebro que regulan el movimiento de las manos y la audición, así como en el cuerpo calloso del cerebro, el haz de fibras nerviosas que comunica los dos hemisferios cerebrales.
A partir de estas observaciones, Altenmüller, junto con otros investigadores como Rodríguez-Fornells, probó de aplicar el poder de la práctica musical para tratar las deficiencias motoras aparecidas tras sufrir un ictus (accidente cerebral vascular). El investigador bautizó el estudio con el acrónimo MUT (siglas en alemán de entrenamiento basado en la música), que coincide con la palabra valor en alemán. Los resultados de este experimento han sido espectaculares.
Los pacientes aprenden a tocar una batería electrónica y un órgano durante varias sesiones, tras las cuales son capaces de recuperar parte de la movilidad perdida en mayor medida que con tratamientos tradicionales como la rehabilitación. En exploraciones con resonancia magnética funcional, también han observado un aumento conexiones cerebrales superior al que se observa con otros tratamientos. «El MUT parece ser un entrenamiento innovador y efectivo de las habilidades motoras finas en pacientes que han sufrido un ictus», concluyó el investigador.
Durante el turno de preguntas del público, Altenmüller destacó que, «además de prevenir enfermedades, la música también tiene la capacidad de curarlas». En este sentido se refirió a la musicoterapia, el uso de la música —sólo escuchada, no interpretada— para tratar problemas de salud.
La charla de Altenmüller se enmarca dentro del ciclo de conferencias «La música y su impacto en el cuerpo y la mente», organizadas conjuntamente por la Fundación La Caixa y el IDIBELL, que, desde febrero a junio de 2013, reúne en Cosmocaixa especialistas destacados de todo el mundo que estudian desde diferentes perspectivas el papel de la música sobre el ser humano.