La estimulación cerebral profunda se utiliza como tratamiento de algunas enfermedades neuronales desde hace más de veinte años. Es el caso de la enfermedad de Parkinson. El objetivo del investigador de la Universidad de Magdeburg Marcus Heldmann es encontrar nuevas dianas terapéuticas para tratar otros desórdenes como el alcoholismo o el trastorno obsesivo-compulsivo. Lo ha explicado el 8 de febrero en una conferencia en el marco de los seminarios IDIBELL.

El grupo de Heldmann trabaja dos grandes campos de investigación. Por un lado, el estudio de la enfermedad del Parkinson a través de la neuroimagen y la neurogenética. Y por el otro la recogida de datos sobre estimulación cerebral profunda en desórdenes como el alcoholismo o el trastorno obsesivo-compulsivo con el objetivo de precisar mejor cuáles son las regiones exactas del cerebro relacionadas funcionalmente. “El interés de estos datos” ha explicado Heldmann “es utilizarlos para refinar dónde colocar los electrodos en la estimulación cerebral profunda”.

Según Heldmann, a partir de estos datos podemos detectar cuáles son los riesgos y qué resultados podemos esperar del tratamiento: “El paciente debe saber cómo le puede afectar. Si para curarse de un trastorno, existe el riesgo de perder la memoria, como mínimo lo ha saber”.