Los niños tienen una capacidad innata para reconocer la música, sobre todo los cambios de tono, pero también la melodía. A partir de esta idea, la catedrática en psicología de la Universidad de Toronto, Sandra Trehub, explicó cómo la música tiene un papel fundamental en el desarrollo de los niños y en la adquisición del lenguaje. Trehub ofreció una conferencia en el Cosmocaixa el 19 de febrero, dentro del ciclo «La música y su impacto en el cuerpo y la mente», organizado por la Obra Social La Caixa y el IDIBELL.
La música es una forma de comunicación, especialmente durante la infancia. La especialista destacó que, pese a que «los bebés tienen menos capacidad auditiva que los adultos, son más sensibles a la música». Su cerebro es una esponja, capaz de absorber nuevas melodías y nuevos ritmos, con una eficacia superior a la de los adultos o los niños más mayores. «Los niños tienen mucha memoria para la música, captan muchos detalles», explicó Trehub. Por ejemplo, a los seis meses de edad, un niño es capaz de percibir igual de bien tanto ritmos de su cultura como ritmos foráneos. La cultura termina estropeándolo. Y es que a «los doce meses presentan dificultad con los ritmos foráneos, lo que indica un cierto aprendizaje cultural», explicó la psicóloga canadiense.
Este «conocimiento musical implícito» de los niños les ayuda a establecer relaciones con el entorno. Las madres (y, aunque en menor medida, también los padres) parecen saberlo, y tejen los discursos con sus hijos pequeños con una marcada tonalidad musical. Trehub se preguntaba si «el habla de la madre es música para los oídos de los niños».
El habla dirigida al niño (IDS, por sus siglas en inglés: infant directed speech) tiene una entonación y un ritmo característicos, con una musicalidad muy marcada. Este modo de hablar es universal; aparece, con algunos matices, en todas las culturas. Incluso los niños más mayores hablan así a los bebés. La psicóloga de la Universidad de Toronto hizo referencia a estudios que indican que los niños prefieren que les hablen de esa manera y destacó la efectividad del IDS para calmar los niños pequeños.
La investigadora mostró videos de madres hablando a sus niños. En este sentido, Trehub destacó algunas diferencias culturales. Así, por ejemplo, «las madres [de culturas] no occidentales suelen hablar a sus hijos pequeños de manera más suave y mantienen con ellos más contacto físico.»
Además de hablar con musicalidad, las madres cantan a menudo a sus pequeños. «Cantar fortalece los vínculos emotivos entre madre e hijo», destacó Trehub. La manera de cantar a los niños parece tener un estilo característico. «Podemos ver diferentes formas de ejecución, pero todas ellas son bastante estables, y presentan casi el mismo tempo y tono», explicó la investigadora. Otro rasgo característico es que «a pesar de que las madres saben muchas canciones, recurren a un repertorio limitado cuando cantan a sus niños, y lo repiten». Trehub destacó que alrededor del primer aniversario, el niño empieza a participar en las canciones y a moverse al ritmo de la música.
Música y habla parecen ir de la mano. «Darwin ya propuso que la música, o alguna forma de expresión que llamó ‘protomúsica’, precedió el lenguaje», explicó Trehub, que se atrevió a definir el habla como «una forma de música». Los primeros balbuceos de los bebés ya parecen reproducir los modelos de entonación propios de la lengua que hablan los padres. En este sentido, la psicóloga de la Universidad de Toronto se refirió a estudios que detectaban maneras diferentes de llorar entre bebés franceses y alemanes.